My real life

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sábado, 26 de septiembre de 2015

Entre París y Roma

El problema está cuando dejamos de vernos con ojos de París y empezamos a vernos con ojos de Roma, destruidos, acabados, en ruinas.
Dejamos París a un lado, su belleza, su amor propio, su dulzura y su hermosura y empezamos a vernos como las ruinas de Roma, perdiendo amor propio, dejando de ver la belleza que las propias ruinas también tienen, perdiendo la dulzura de sus calles, perdiéndonos a nosotros.
Perdiendo entre miradas en espejos el valor de la belleza propia, el valor de la belleza única.
Porque la belleza no consiste en un canon sino en el conjunto de nuestras imperfecciones y virtudes y eso es lo que realmente nos convierte en París y en Roma, porque somos ambas, bellos como París estando en ruinas como en Roma viéndose en ojos de Venecia.
La esencia de cada uno reside en tener el suficiente amor propio para querernos delante del espejo sabiendo que aquel que está al otro lado está lleno de belleza propia, de belleza única.
Dejemos de vernos sólo como Roma y empecemos a vernos como un conjunto de París y Roma.

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